¿Nos vamos de tapas? Pues no, nos vamos de puchero al «Taller de tapas».
Creo que es la primera vez que voy a un restaurante a comer puchero. No se, es un plato como más de casa no? Pero bueno, después de los cientos de pucheros comidos a lo largo de nuestras vidas, nos decidimos a probar uno «comercial».
El restaurante se encuentra en la Plaza del Prado de Gandia, número 22, casi al ladito de la famosa hamburguesería Comics.
Entramos al local, que a primera vista (y a última) está demasiado oscuro. Tiene la iluminación más bien de un «Chill out» o bar de copas que de restaurante. Pero salvo la iluminación, el local está perfectamente acondicionado.
Un problema que hemos tenido precisamente por la iluminación, es la dificultad de fotografiar los platos. Han quedado todos con unos tonos violetas un tanto irreales… Así que contad con ello.
Nos recibe una camarera algo brusca o directa, pero que es amable y atenta. Cuestión de carácter, sin más.
Nos pregunta si además del puchero vamos a querer algo más, y nos decidimos por probar la ensalada Prado.
Poco después nos obsequian de parte de la casa con unos montaditos de lo que parece una especie de ensaladilla rusa pero muy ligera, con una dudosa presentación.

Encontramos trozos de cebolla y un sabor general correcto. Lejos de ser un pincho excelente. Quizás con el pan tostado habría mejorado. Aún así es de agradecer el detalle, sin duda.
Turno ahora del primer plato pedido, la ensalada Prado.

Básicamente es una ensalada de ricos canónigos, cebolla crujiente y una especie de tiras de pollo empanadas, acompañada de vinagreta.
La cebolla crujiente, como industrial, nos descoloca un poco, pero mezclada con los canónigos y la vinagreta no queda mal en su conjunto. En cuanto el pollo se termina (rápido), la ensalada queda algo monótona y echamos de menos algún ingrediente más para darle algún toque divertido, como algún encurtido o similar, por ejemplo.
Tiempo ahora para lo que venimos a probar. El Puchero.

Nos lo presentan en dos tiempos, el primero el caldo con arroz en una bonita sopera, y con la ración casi clavada para los comensales. Tan solo podemos repartir un par de cazos más entre todos.

El caldo nos sorprende por el color, muy acusado y anaranjado, suponemos de algún colorante.
El sabor es intenso y rico, con un sabor a puchero tradicional de toda la vida. El punto del arroz es perfecto, aunque a primera vista parecía que el grano estaba algo reventado, pero luego en boca tenía una dureza perfecta.

El caldo, como se puede ver en la foto, no tenía exceso de grasa, aunque tenía su típica capita de esferas de aceite. En su justa medida.
El resto de los comensales se quejaba de que faltaba el resto del puchero, ya que están acostumbrados a comerlo todo junto, pero es que son unos ansias… Pocos segundos después llega el manjar en su bandeja.

Los ingredientes son los típicos, zanahoria, patata, garbanzos, pencas, puerro, col, carne y las ansiadas pelotas.
Me considero fan absoluto de los garbanzos, y lamentablemente estaban duros, algunos muy duros. Una pena, pues suelo pegarme un buen festín con ellos.
El resto de ingredientes estaban cocinados en un punto perfecto. La patata, blanda pero sin deshacerse. La carne se deshacía en tiras. La zanahoria blanda en su justa medida. Y las pelotas? Pues perfectas, envueltas en su jugosa hoja de col.
Una pena repito lo de los garbanzos. Menos mal, porque nos pareció que venían en menor proporción, y si hubieran estado ricos hubiera habido pelea de caballeros por ellos… Lamentablemente no fue así y quedaron algunos en la bandeja.
Ahora sí, todos podían disfrutar, ingredientes mezclados o por separado, de la experiencia completa del puchero…
Sin poder acabar todo lo que nos llegó, pasamos al turno de los postres. Deben de estar muy ricos para que pidamos, ya que hemos quedado hasta arriba de puchero.
Afortunada o desafortunadamente, lo que nos cuenta la camarera de ellos nos cautiva y decidimos abrir un hueco en la reserva del estomago.
Pedimos un poco de todo para probar todos los platos.
Comenzamos por un flan de chocolate blanco con mermelada de frutos rojos.

La ración es más que correcta, pero perfecta para que todos podamos meter cuchara.
El flan está muy rico, aunque no sabe tanto como pensábamos a chocolate. Aún así, la mermelada y los frutos rojos están deliciosos, por lo que es un postre para disfrutar.
Pedimos también tarta de chocolate blanco con chocolate negro fundido.

Visualmente decía «cómeme», y así hicimos sin hacerla esperar más que para hacerle una foto.
El primer bocado fue algo de confusión, pues con «tarta de chocolate con chocolate fundido» te esperas una bomba de sabor y dulzor, pero no fue así.
Un segundo bocado fue para confirmar que a aquello le faltaba «punch». Cierto es que los postres dulces suelen ser demasiado dulces, excesivamente dulces, y pensamos que este postre podía ser una vuelta a la realidad, un nivel más adecuado del dulzor, pero la prueba de los ingredientes por separado nos dio la clave. El chocolate blanco no sabía a nada, o al menos no a chocolate blanco. Nos recordaba más bien a una Panacota, con un sabor demasiado plano.
Además, el chocolate negro tenía un punto algo amargo subido, lo que acrecentaba aún más la falta de dulzor.

Y eso que en la proporción de chocolates era el blanco el claro ganador…
En fin, una pena, con lo golosos y chocolateros que somos…
Por último pedimos una tarta de chocolate negro con chocolate negro fundido.

En ésta, si no eres un fan declarado del chocolate lo llevas complicado. Es una tarta con un intenso sabor a chocolate puro, con un toque a las «trufas de chocolate» en su interior, tanto por su sabor como por su textura casi untable. Una locura para los sentidos, pero costosa de terminar, sin duda.
A ésta junto al flan, le damos un aprobado. La anterior lamentablemente no pasa nuestro particular examen.
Y con los postres y sus respectivos cafés, llegamos al final de este otro festival gastronómico que nos hemos vuelto a pegar. Y los que nos quedan!!!
Como detalle, vemos que curiosamente, conforme se va vaciando el local y todos llegamos a los postres, la atención en mesa va cayendo en picado, hasta el punto de tener que esperar a que nos traigan la cuenta y que nos quieran cobrar. Nada que ver con al principio de la comida, con un ir y venir del servicio preguntando que tal iba todo.
Y para terminar, una pequeña reflexión. No entiendo porqué los menús en distintos días tienen distintos precios. En la puerta había un cartel que decía «Menú puchero jueves y domingo», a 12 y 15€ respectivamente. ¿Cual es el motivo de que el domingo, con más gente sea más caro? ¿Acaso los ingredientes no cuestan lo mismo? ¿Por que en otros negocios, como en comercios, todo cuesta igual todos los días? Sí, conozco todas las respuestas que estaréis pensando con su cierta lógica, pero aún con ellas, no lo comprendo, o no lo quiero comprender…
Ah, y sí, le damos aprobado con nuestro sello Comer en Gandia.
Por Glotón Blanco.