A veces uno reflexiona sobre las modas en la gastronomía. Cierto es que lo de la tapa y la caña esta muy arraigado en nuestro país, pero no menos cierto es que no precisamente Valencia se ha dado a conocer por ofrecer cerveza o chatos con su correspondiente tapa. Y es que algo que en los últimos años ha subido como la espuma de esa cerveza que nos sirven, ya existía a nuestra manera. La «picaeta» valenciana mas que tradición es cultura, donde la confianza en el buen hacer del restaurador al final se resume en una frase, «porta lo que comprengues».
Hay muchos bares que ofrecen esta modalidad, pero decidimos apostar por el centro de Gandia, para resarcirnos de la excursión a Beniarjó. Así, Els Arcs, o Arcos, esta tan en el centro que son vecinos del ayuntamiento. Pero mejor os relato como nos fue la cena de «picaeta».

Una buena cena siempre empieza con tu cerveza y el pan con tomate y alioli. Sea «picaeta» o fideua el aperitivo previo con esa combinación te anima a perder la seriedad y cambiar el formalismo por el disfrute gastronómico. Como vemos el pan ligeramente tostado se acompaño con un hilo de aceite. Ni mas ni menos que como todos querríamos que nos sirviesen el pan. Durante el trascurso de la cena el camarero repuso la bandeja preguntando si queríamos mas pan, y se agradece que no sea el comensal quien tenga que reclamar este particular, pues en demasiadas ocasiones parece que el pan es un bien escaso.
Tras esto el camarero nos relato de viva voz y tirando de memoria su selección de «picaetas», y es que aquí no hay carta ni se la espera, uno se fía y tira pa’lante y con esas decidimos tirar por lo común y pedir aquello que tomaríamos en la terraza de la playa.

Como por ejemplo estos Calamares a la Romana. Cortados en rodajas generosas y con un rebozado suave pero bien frito, resultaron estar muy tiernos. El punto logrado realmente era muy acertado. Quizá como queja se podría esgrimir que la ración era algo justa, por otro lado se entiende que las raciones grandes y baratas no son precisamente calamares de esta calidad. También es de agradecer que el rebozado no se desprenda fácilmente, todos odiamos que se quede húmedo y caiga nada mas moverlo de la ración a tu plato, y en este caso se mantuvo en su sitio, cosa que denota una elaboración correcta.

Otra de las raciones elegidas para esta cena de «picaeta» fueron los champiñones a la plancha. También de un tamaño apetitoso se mostraron muy sabrosos. Con el aceite justo y con una cocción al punto. Cuestión de gustos, pero al pedirlos los imaginamos con su típico majado de aceite, ajo, perejil… pero es cierto que el camarero no menciono que esto fuese así, simplemente dimos por hecho que los traerían con esta presentación tan común. Por otro lado lo cierto es que no le falto tampoco, como digo su sabor era muy bueno, y estaban jugosos. Una cantidad correcta para los que eramos y cortados lo necesario para resultar bocados individuales.
Las cenas de «picaeta» no son completas sin los correspondientes Montaditos.

Como vemos en el plato los montaditos fueron de lomo y de figatell. De los primeros diríamos que tienen varios aspectos mejorables. Empezando por el queso, pues un «tranchete» puesto en el ultimo momento no parece estar a la altura del conjunto. Y es que uno de los aspectos fundamentales es ese queso semicurado perfectamente fundido y rematado con alguna especia. Con todo el lomo estaba perfecto de punto, no estaba seco y se deshacía en la boca. El otro aspecto mejorable era el pan en si. Si bien nuestro pan previo que acompañamos con tomate y alioli venia tostadito, este que acompañaba al lomo aguantaba todo el peso del mismo mas el tomate crudo de su base. Demasiado para una rebanada de pan tierno que por momentos veía como su miga claudicaba ante el jugo del conjunto.
Los otros montaditos eran de figatell. Para aquellos que no conozcáis esta especialidad de la comarca os dire que hay tantas elaboraciones como pueblos que lo hacen, en común tienen estar elaborados con cerdo, su tocino magro y hígado, cuyas proporciones y especias son el secreto de cada carnicero. Por mi parte diré que siendo una especialidad que me gusta, estos en particular eran bastante suaves, con ello quiero decir que si alguien no los ha probado nunca, estos son de los mas accesibles para paladares que se estrenan con este plato típico valenciano, hermano de los fardeles aragoneses.

La «picaeta» nunca es completa sin tu ración de croquetas caseras. Y si, estas lo eran. Jamón, pollo y bacalao, sin inventos ni variedades novedosas. Y es que sencillamente antes de inventar hay que ser experto en lo básico, y tras probar las tres variedades diré que en algunas había mas experiencia que en otras.
Empezamos con las que parecían otra cosa, y es que a las de pollo realmente costaba encontrarle el punto. Quizá esperaba otro sabor mas potente, pero me supieron a poco. Las de bacalao en cambio eran todo lo que se espera de una croqueta de bacalao, tanto en textura como en sabor, ni demasiado salado ni demasiado seca. Por ultimo las de jamón tenían potencia, pero potencia de la buena. Tenia sabor de jamón y no solo ese punto salado que suelen tener algunas.
Pasado cierto punto en la cena decidimos guardar un sitio para el postre, porque al final el dulce también es parte de la «picaeta», y los que pudimos degustar bien que valieron la pena.

Vemos aquí un flan de café. En primer lugar su textura y apariencia denotan su total elaboración casera, pero la cosa no se quedaba ahí. Para un cafetero es un gusto probar un postre de café que realmente sabe a café. Dos puntitos de nata montada ya hubiese sido perfecto, pero se lo perdono por estar tan rico.

Otro de los postres caseros fue esta tarta de tres chocolates. De nuevo el cocinero decidió que para hacer un postre de verdad hay que meter material. Y así resulto. Cada capa de chocolate sabia a lo que uno espera, y en particular la capa de chocolate blanco era impresionante. De esos postres que pedirías ración doble. Nuevamente perdonamos que no lo presentasen con un hilo de sirope, o caramelo liquido a modo de decoración, como antes su sabor exquisito le exime.

Y finalmente esta tarta de queso con arándanos completo el trio de postres. También casera y como las anteriores una apuesta segura. En este caso la mermelada a modo de combinación y decoración si hacían del plato algo mas completo visualmente.
Nuestro paso por un bar de «picaetas» era imprescindible, y a tenor de la elección no hemos tenido mal ojo. Como siempre es mejor que cada uno haga su propia critica, y a falta de detalles lo que a comida se refiere estuvo mas que correcto… cierto es que sin ser caro del todo, la calidad se paga. Ya se sabe que eso de duros a cuatro pesetas no existe.
Resumiendo, me gusto la comida y la calidad de la misma. Me gusto menos el cuidado en la presentación de sus tremendos postres y quiza que los precios se disparan si no son muchos en la mesa entre los que dividir.
G.Rojo