Seguimos nuestra andadura por los restaurantes y sitios en los que aliviar nuestra ansia por devorar y degustar los platos que nos ofrece nuestra ciudad, y alrededores…
Esta noche nos toca un restaurante asiático, o el «chino» como normalmente lo llamamos los ciudadanos de a pie.
En concreto iremos al Restaurante Hong Kong, sito en la Avenida República Argentina 20 de Gandia. Comúnmente llamado como «el chino del instituto».
El restaurante fue remodelado hace un tiempo, no mucho, aunque parece que la reforma no llegó al cartel exterior, ya que presenta un estado bastante lamentable, «reparado» con precinto y cinta acopladora unidireccional (celo) #ToyStoryFrikada ;o)
Una vez dentro del local, nos reciben unos camareros que no son orientales, (curiosamente en este restaurante no suelen serlo), y sin tener mesa preparada para todos nos la preparan en un periquete.
Además de la preparación, nos recibe el invitado habitual de estos restaurantes, los cacahuetes.
Suelen estar bastante salados y tostados, pero en esta ocasión estaban más bien sosos y les faltaba un puntito de tueste.

Después del pedido completo, comenzamos con la típica ensalada de la casa, con sus langostinos rebozados y la salsa agridulce que suele acompañar.
Es una ensalada que está rica, y el detalle de los langostinos le da un plus divertido.
Lo cierto es que la salsa de la ensalada, cuando aprendes a hacerla y si te sueles cuidar en tu dieta normalmente, luego dejas de mirarla con los mismos ojos por el elevado grado de azúcar que lleva.
Salsa a parte, si hay algo que no me gusta de esa ensalada son las rodajas de tomate. Rodajas que en número son menores a los comensales y tienes que cortarlas para repartirlas. Preferiría que en una ensalada todo estuviera listo para comer entre todos, sin tener que practicar cirugía en la mesa.

Pasamos al momento de los rollitos. Algunos nos decantamos por los «especiales o vietnamitas», que suelen ser una variante más pequeña y con menos ingredientes.
En este caso la fritura estaba perfecta, con un tono y crujiente maravilloso. El relleno, para mi gusto, queda algo pobre, prefiero los normales al tener más verdura en el interior.

Estos eran los normales, sin tan buena presencia como los especiales, pero muy ricos y crujientes.
En alguna ocasión llevan trozos de Jamón York extremadamente grandes, pero en esta ocasión estaban muy bien.

Turno para el sushi, tan deseado durante la semana y ni os cuento horas antes del festín.
Lamentablemente fue mejor el deseo que la realidad. En otras ocasiones hemos probado el sushi de este restaurante, y sin ser nada digno de la mejor nota, sí que suele aprobar. Pero en esta ocasión, el resultado no fue ni de lejos positivo.
Tanto en aspecto como en sabor, pareciera que hubiera estado preparado horas (muchas) antes. Tanto el sabor del arroz, como de los ingredientes, y hasta la textura del alga Nori, delataban que ese sushi no estaba recién hecho.
El Maki tenía el alga muy reseca y dura, tanto que se hacía como chicle en boca. Y en el Nigiri, ni el arroz ni los ingredientes tenían un sabor especial que te hiciera disfrutar.
Además, en la carta aparece que también debería entrar una porción de Sashimi (sin arroz), y no vino en nuestro plato.
Debo añadir que me encanta el jengibre que acompaña, y siempre lo sirven en poca cantidad. Me suelo quedar «a medias».
Al menos parece que ya han quitado aquel barco en el que lo servían, al que no le veíamos sentido ni estético ni práctico, ya que el espacio ocupado en la mesa no podía ser compensado ni de lejos por su diseño o elegancia…

Todo cambió con el arroz frito con piñones. Servido en una especie de barrilete en el que parece que las raciones son enormes, pero que luego ves que hay truco, ya que el barrilete no tiene fondo. Aún así, la ración es correcta y el sabor del arroz hace pensar que unos gramos más no habrían sobrado.
El arroz en un punto correcto, buena proporción de ingredientes, y unos piñones tostados que le dan un toque especial a este arroz.

Seguimos con las gambas con salsa ShaCha. Todos coincidimos en que estaban muy ricas, aunque el punto de las gambas un poquito pasado. Pero las verduras, inundadas con la sabrosa salsa ShaCha, fueron un espectáculo de sabores.

Turno de uno de mis preferidos. La ternera asada estilo chino. Una combinación de ternera fileteada muy fina con un fondo de fantástica col. La combinación de la col agridulce crujiente, con la finura de la ternera y el sabor de la salsa, me parece genial. No es un plato del agrado de todos los comensales, pero a mi me parece un acierto.
En esta ocasión la ternera tenía algunos nervios y no tenía una presencia perfecta, pero el sabor, sin ser la mejor que he probado, tenía un aprobado.

Turno ahora de un plato que no habíamos probado aquí. El Yakitori o pincho de gambas y pollo.
La salsa estaba deliciosa, muy rica y sabrosa, además de un espesor suculento. Lamentablemente las gambas estaban pasadas o muy pasadas, y aunque el sabor de la salsa te hacía disfrutar, la textura de la gamba arruinaba el bocado. Quedó demasiado acartonada y con poco jugo y sabor. El pollo sin embargo quedó en mejor punto.
Creemos que este pincho, con un punto de cocción perfecto, debe ser un bocado exquisito.
Tampoco estaría mal un pinchito más, no?

Otro de los grandes platos de la noche, y uno de nuestros preferidos, es el Pato asado estilo Pekín. Como sabéis, es un plato que consta de pato asado, acompañado de cebolla china cortada finamente (en teoría), una sabrosísima salsa Hoisin (de judias dulces) y finalmente un pequeño crepe.
Los amables camareros suelen prestarse a montar los crepes para cada uno de nosotros, pero en esta ocasión preferimos montarlos nosotros, para ver el punto de los ingredientes y probarlos por separado. Además, como opinión personal, me incomoda un poco tener al camarero de pie junto a la mesa montando los crepes para todos. Soy más de «Juan Palomo».
El pato estaba en un punto perfecto, con una piel crujiente y sabrosa. La salsa, como siempre, desbordante de sabor. La cebolleta cortada en trozos demasiado grandes, y los crepes, al igual que me ocurrió con el Sushi, los noté resecos, como hechos de mucho tiempo atrás.
Normalmente se caracterizan por que a la hora de montarlos, si no eres muy cuidadoso, se suelen romper. En este caso aguantaron (demasiado) bien, y luego en la mordida quedaban algo tiesos.
Terminamos nuestro pequeño festín con unos postres. Elegimos, como es habitual, el helado frito con miel, y los rollitos rellenos de chocolate.
Los postres suelen estar perfectos, con unas bolas de helado rebozadas muy buenas y con abundante miel. La masa es bastante gruesa, a mi no me molesta, y el helado es un helado muy estándar, nada de helados refinados ni mucho menos caseros. Aún así, la mezcla está muy rica.
Los rollitos rellenos, llegan con una presentación a la mesa bastante discutible, encima de una servilleta. Sin la servilleta, con unas hojitas de menta por ejemplo y espolvoreados con azucar glass o virutas de chocolate o frutos secos, ganarían un montón.
Hay que ir con cuidado en la primera mordida, pues suelen venir muy calientes y el chocolate suele explotar en la boca, sucarrando la lengua y todo lo que encuentre a su paso.
Después de la (difícil) espera a que atemperen, llega un momento en el que a los golosos como yo, se nos ve en la cara el disfrute y la pasión por el chocolate.


Llega el momento de pagar, una cuenta que no suele ser muy elevada, aunque cierto es, que los «chinos» ya no son lo que eran. Cuando éramos más jóvenes solíamos ir a los chinos porque se comía bastante bien y eran baratos. Ahora, si pides varios platos de carta, te vas fácilmente a los 15-18€ por persona.
Cierto es que sales hasta arriba de comer, a veces incluso te puedes llevar un «tupper» a casa para el día siguiente, pero ya no son una opción económica.
Antes de finalizar, quiero añadir algo que incluiré en todas mis críticas, y es un paseo por los baños.
¿No pensáis que los baños de numerosos locales son lo más descuidado del negocio? Sinceramente, cuando entro en el baño de un restaurante y lo veo inmaculado, limpio y con papel donde debe haberlo, salgo mucho más tranquilo.
¿Tan complicado es que los empleados entren al menos un par de veces por servicio a ver si todo está correcto? Y ojo, no hablo de limpiezas intensivas en el servicio, hablo de algo tan básico como que haya algo donde secarse las manos después de lavárselas.
Debo añadir además, que prefiero mil veces los secamanos de papel (siempre que estén llenos) que las típicas máquinas que solo hacen ruido durante un minuto para luego acabar de secarte las manos con papel de baño, quedándose repartido en trocitos por la cara y manos… o secándote en los pantalones…
En este caso era una combinación de ambas. Secamanos de papel vacío, y máquina ruidosa carente de poder de secado.
Y con esto ponemos fin a nuestra pequeña opinión del restaurante Hong Kong. Sin duda volveremos, suele ser un habitual de nuestros gastro-deseos orientales. Y como en todo lo que no viene precocinado, unos días está mejor y otros peor.
Espero os haya gustado.
Por: Glotón Blanco.