Restaurante Club Náutico de Gandia

Hoy nos toca comida Mediterránea y de la terreta, y nos vamos al restaurante del Club Náutico de Gandia.
Vamos con incertidumbre, unos hablan bien, otros no tanto, otros dicen que la crujida al bolsillo está asegurada… Pero como nos gusta tener nuestra propia opinión, decidimos pasar de los comentarios e ir a probarlo nosotros mismos.
¡Vamos a ello!

El restaurante se encuentra en un lugar envidiable, en el espacio ganado al mar y que se usa como puerto deportivo, así que las vistas básicamente constan de barcos y mar. Un espectáculo para la vista, sin duda.

El salón está tematizado con elementos náuticos, como cabía esperar. Aunque no hace muchos años fue remodelado, la esencia y el estilo son de años atrás. Al igual que el hilo musical. Manzanita hace ya unos cuantos años que sacó su último disco, ¿no?

Un detalle que nos llamó la atención, y no fue precisamente en positivo, fue que, ya que es un restaurante de «cierto caché» y un precio algo más elevado, te encuentres un mantel de papel cual chiringuito playero. Se suponía que era un restaurante de «mantel de tela», ¿no?

Al menos, el color del mantel va a juego con la decoración y el papel es de una cierta calidad. Mismas palabras para las servilletas.

El servicio en líneas generales fue bastante bueno y eficiente, con unos camareros atentos en el que en algún momento se les fue algo la mano con los tiempos, pero lo comprendimos al ver que el aforo del restaurante estaba casi lleno.

Nos sorprendió que los dos camareros principales iban vestidos perfectamente, con su ropa y delantal correspondiente, pero un tercero iba con unos vaqueros y algo desarreglado con la camisa medio por fuera. Simplemente lo comentamos porque el contraste con los otros dos era bastante acusado. No dudamos de su profesionalidad, aunque no llegara a servirnos a nosotros directamente.

Pasamos ahora al análisis de los platos que nos sirvieron.

Nos decantamos por el menú degustación, que tiene un precio cerrado de 20,90€ entre semana y 25,90€ fines de semana y festivos.

Dicho menú consta de 3 entrantes a elegir para la mesa, de un total de 12. Luego un plato principal, a elegir entre arroces, fideuà y paellas, además de carnes y pescados. Y para finalizar postre, bebida, pan y café. Una amplia variedad para satisfacer a cualquier comensal.

Comenzamos con unos Chopitos.

Los chopitos estaban muy buenos, con una fritura al punto y sin exceso de aceite. Habían de todos los tamaños, desde ejemplares más bien grandes a otros pequeños y crujientes.

En algunos sitios muerdes el chopito y la boca se inunda de aceite, pero aquí lo que inundaba nuestro paladar era el sabroso jugo de la pequeña sepieta.

Tan solo decir que en nuestro plato vino alguien no invitado, un resto de patata frita, muy frita, que seguramente estaba harta ya de estar en la freidora y decidió ir de polizón en el plato.

No le dimos mayor importancia, pues es algo que puede despistarse en una cocina a pleno rendimiento.

Seguimos con una ensalada de la casa.

La ensalada es la típica ensalada que te puedes encontrar en cualquier bar. Como punto negativo diremos que nos sobran los ingredientes de bote, tales como remolacha, brotes de soja y zanahoria. Cuesta más bien poco usar ingredientes naturales y el toque de sabor y distinción es superior.

Positivo también el hecho de no encontrar el fondo de la ensalada lleno de agua, como tan lamentablemente suele ocurrir en muchos locales.

Tampoco encontramos que el vinagre sea de un local de su caché.

Podían tener al menos el detalle de ponerlo en un recipiente más bonito…

El último entrante eran los mejillones.

Decir de ellos que estaban en un punto perfecto. En muchos sitios suelen darlos bastante pasados y secos, pero éstos estaban espectaculares.

Ni les echamos una gota de limón, pues mojados en su propia salsa eran toda una delicia. Hubo pelea por ver quien se comía el último. Hasta alguien, no diré quien, se bebió el jugo sobrante con una concha de mejillón.

La ración nos pareció algo justa. Por suerte no lo es, pues hay que dejar espacio al plato principal que ya andaba entre fogones.

Turno pues de los platos fuertes.

Después de probar la fantástica fideuà del Chef Amadeo, quisimos compararla con aquella para ver como era y como estaba.

La pedimos para 4 personas y la verdad es que en tamaño es perfecta. No es una fideuà con mucho fondo por lo que no hay tanta cantidad como parece. Aún así lo pasamos mal para hacernos con ella…

La verdad es que no escatiman con los ingredientes, y estaba plagada de trozos de sepia y rape.

Contaba con una pieza por barba de gamba y cigala.

En el momento de servirla aún quedaban restos del caldo en el fondo, lo que le dio una jugosidad maravillosa. El punto del fideo estaba perfecto, así como del resto de ingredientes.

Lo único que no nos convenció del todo fue el sabor del caldo. Estaba muy rico, pero el fondo no era un sabor del que te hace comer sin parar y sonreír en cada bocado.

Hemos probado otras fideuàs en otros sitios con un sabor tan intenso, que al cabo de un rato estás agotado de tanto sabor en la boca, y personalmente acaba agobiándome.

En este caso, el sabor era más comedido y, sin ser la mejor fideuà que he probado en mi vida, se dejó comer perfectamente y disfruté hasta el último bocado que pude dar.
Pasamos ahora a otro plato principal. Entrecot de vacuno.

Servido con unas deliciosas verduras a la plancha y unas «dudosas» patatas. Esas patatas me persiguen por donde vaya…

El entrecot lo pedimos al punto y así llegó. La pieza no era demasiado grande, pero después de los entrantes y la guarnición que lo acompaña, resulta siendo un buen tamaño. Eso sí, si no te gustan «las verduritas», estás jod**… xD

La carne estaba muy blanda y jugosa, con un sabor un tanto subido, con mucho «sabor a carne».

El siguiente y último plato fue una Lubina a la plancha.

La presentación y guarnición es calcada a la del entrecot. Mismas verduras y patatas pero en menor cantidad.

La lubina tenía un sabor espectacular, con un punto interior perfecto y un exterior con algunos bordes churrascaditos. Sublime. Se nota que saben tratar con el pescado. Por otro lado, pecado sería que en el Real Club Náutico de Gandia no lo hicieran, no?

Estuvimos a punto de llevarnos las raspas para… el perro.

Cerramos otro festival gastronómico con los postres.

Aquí es donde cuestionamos aún más si cabe la utilidad del mantel de papel. Ya que es de papel, y acabamos de comer fideuà en la paella, los lógicos manchurrones y restos están por todo el papel. Sería un buen detalle cerrar la comida quitando o renovando dicho mantel, para no comer el postre rodeado de miguitas de pan y fideos que no han tenido la decencia de acabar en nuestra boca.

Con el poco espacio que nos queda en el estómago, decidimos compartir un plato de frutas variadas y dulces.

Los dulces en general nos gustaron todos, a unos más unos y a otros más otros, pero cayeron todos.

Especialmente rico me pareció el flan de huevo y el de chocolate.

La fruta nos pareció una buena selección, con el agradable detalle de encontrarte naranja y mandarina pelada y lista para tomar. En pocos sitios lo hacen, y creo debería ser una ley de obligado cumplimiento…

Sólo nos quedaba pedir cafés y la dolorosa.

Antes de irme, mi obligado paso por el baño.

Para no perder la costumbre, algo que falta. En este caso mis predilectas toallitas secamanos. Al menos había jabón y un secador automático (como reza su cartel) que secaba más o menos decentemente.

Es curioso, pero ya estáis viendo que algo tan básico como que un baño esté equipado 100% está siendo difícil de encontrar en los sitios a los que vamos.

Seguiremos en búsqueda y captura…

Llega el momento de recibir la cuenta, y nos llevamos la grata sorpresa de que han tenido el detallazo de no cobrarnos las bebidas extra.

El menú cuenta con una bebida por persona, y nosotros pedimos al menos una repetición por cabeza.

Imagino que al ver que simplemente repetimos alguna Coca Cola, cerveza y agua tuvieron tal detalle. Si alguno se estira y empieza a pedir bebida a lo barra libre, pues le vendrá todo reflejado en factura, entendemos.

También repetimos un par de veces de pan y tampoco lo cobraron. Un gran detalle que agradecemos.

Y bien, hasta aquí la review de este clásico restaurante de Gandia.

Una fantástica opción para algún tipo de celebración, comida familiar, etc. No es un sitio barato, pero tampoco es algo caro que muchos no puedan permitirse. Además, el ir con precio cerrado siempre es una ventaja tranquilizadora.

Buen servicio, buena comida y un sitio envidiable por el que pasear antes y/o después del gastrofestival.

Le ponemos nuestro sello de Comerengandia.

Por Glotón Blanco